Quizá os hayáis enterado de que hace pocos días se anunció el descubrimiento del planeta extrasolar más pequeño conocido hasta la fecha. No, no voy a comentar la noticia, ya hay gente que lo hace mejor que yo. El señor Rafael por ejemplo. Yo quiero contaros algo distinto, una escena.
Hace unos días estaba en la estación de metro yendo a clase mientras en el maravilloso Canal Metro contaban la noticia. Ya que estoy, fue aquí:
Y mientras la megafonía decía algo como:
"El nuevo planeta, cuya masa es el doble que la de la Tierra, gira alrededor de la diminuta estrella roja Gliese 581. Ésta se encuentra en la constelación de Libra, ubicada a 20,5 años luz de la Tierra y en cuya órbita ya se descubrieron..."
Una sola persona escuchó atentamente, otro par miró la pantalla distraídamente, y yo... ¡empecé a reírme en mi asiento!
No es que me hiciese gracia el planeta, lo hice por la escena: los medios de comunicación anunciando un descubrimiento en otro sistema estelar y mientras tanto los ciudadanos esperando tranquilamente el tren para ir a trabajar. Me recordó a alguna escena de ciencia ficción en la que los noticiarios informan de lo ocurrido en colonias humanas en sistemas estelares lejanos mientras los ciudadanos esperan tranquilamente el aerobús para ir a trabajar. Y, ¿por qué triunfan las historias de ciencia ficción si tenemos una realidad igual de interesante? Por eso me reía.
A veces me sorprende que la gente se vea atraída por historias fantásticas de naves espaciales, aventuras en planetas lejanos y demás, teniendo imágenes reales de otros mundos a un click de distancia, sabiendo que la nave más rápida de la humanidad está viajando en estos instantes hasta la roca antes conocida como planeta, o pudiendo salir a la terraza unos minutos una noche para ver con sus propios ojos uno de los primeros pasos de la humanidad para salir de su cuna, la Tierra.
Claro que... En cualquier aventura futurista los personajes no van por la calle boquiabiertos con los avances de su civilización y la de funciones que tiene el último modelo de teléfono móvil del mercado porque los cambios son graduales y se han hecho a ellos. Y si nos fuese posible viajar al futuro nos acostumbraríamos en un periquete a mirar a derecha, izquierda y arriba en los pasos de cebra, o a que el felpudo robot de nuestra casa nos diga hola, qué hay.
Apuesto a que cuando el capitán Adama se va a su camarote después de un duro día de dirigir los pasos de una flota de navíos estelares se pone el pijama, se arropa en las sábanas y lee libros de ciencia ficción en los que naves tan grandes como planetas pertenecientes a civilizaciones que dominan galaxias se unen en confederaciones para luchar contra otros universos. Parece que el ser humano se acostumbra muy rápido a lo extraordinario, y quiere más y más y más.
En fin, me resulta extraño pero evadirse está bien. A mí las noticias de este estilo me ponen los pelos de punta, pero allá cada cual. Además lo comprendo, la realidad está algo falta de efectos especiales, explosiones y armas láser, y aquí a veces ganan los malos.
Las noticias reales del espacio exterior no llaman la atención porque no están protagonizadas por Hugh Jackman o Angelina Jolie. Si yo, a las 7 de la mañana, escucho esa noticia mientras ponen escenas de Scarlett Johansson seguro que presto atención. Eso sí, al llegar a clase sólo me acordaría de la moza y sus dos constelaciones.
ResponderEliminarPor lo que a mí respecta, cuando escucho noticias sobre el meteorito de turno que se va a estrellar en la Tierra me pongo palote. ¿Qué mejor muerte para un geólogo (o para un astrónomo)?